Un sorbito de café fue suficiente para convencer a un papa de que esta bebida
no era obra del demonio.
No es que el café apareciera
de repente, en el planeta, en los tempranos 1500. En realidad, esta bebida ha
existido, casi en la misma forma en la que la conocemos hoy, desde el siglo IX,
cuando algunos pastores musulmanes notaron por primera vez que los granos de
café que sus rebaños comían de cuando en cuando, mientras pastaban, tenían un
efecto particularmente estimulante sobre sus ovejas.
Al poco tiempo, los clérigos
islámicos aprendieron a cultivar la planta y a preparar la bebida, que se
extendió rápidamente en todo el mundo musulmán.
Razón por la cual, cuando el café llegó a Roma, no fue recibido con los
brazos abiertos, los sacerdotes cristianos creían que satanás había inventado
el café, como un sustituto del vino, ya que a los musulmanes no se les permitía
beberlo, puesto que este era usado en prácticas cristianas como la Santa
Comunión, los sacerdotes cristianos pensaban que el café debía ser un brebaje
del anticristo.
Existe una leyenda cuya veracidad no está del todo demostrada; ni
siquiera está claro si fue el papa Clemente VII o Clemente VIII el que lo
pronunció la frase de aprobación sobre él café. Los aporte sobre dicho mito,
están originados por Frances Mayes,
autor del libro Un año en el mundo.
"Algunos fanáticos consideraban que el café era la bebida del
demonio y pidieron al papa que lo prohibiera”. Se dice que, cuando el papa le
dio un sorbo, exclamó: “Es una bebida tan deliciosa que sería un pecado
permitir que solo la bebieran los herejes. Derrotemos a Satán bendiciendo esta
bebida, que no contiene nada objetable para un cristiano”. En la obra no se
nombra a ningún papa en concreto, y parece que nadie tiene datos
definitivos sobre esta historia, lo que nos permite mostrarnos
escépticos… no obstante, sería un pecado no compartir esta anécdota con
ustedes.
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